Los
Elefantes de la abundancia
Dice
la mitología hindú que los primeros elefantes volaban y se esposaban con las
nubes. Sin embargo, un día un grupo de elefantes se poso en una rama bajo la
cual un santón enseñaba a sus discípulos. La rama se rompió y al caer sobre los
discípulos mato a varios; el santón, enclerizado, pidió a los cielos que
quitaran las alas a los elefantes; así ocurrió, pero entre ellos y las nubes
continuo la amistad, por lo que siguen pudiendo hacer que sus antiguas compañeras
descarguen lluvias. Por esta bendita facultad, son venerados todavía en toda la
India. Particular reverencia se concede a los elefantes de color blanco, que
por tradición han pertenecido a los reyes y a los que siempre se les ha tenido
por augurios de buena suerte; la adoración de estos raros animales está
relacionada con la lluvia y las buenas cosechas. Todavía en la actualidad, el símbolo
de la buena suerte es una divinidad con cabeza de elefante, llamado Ganesha, a
quien se encomiendan los hindúes antes de iniciar alguna empresa importante
Queda
claro que los elefantes en la india son una figura muy simbólica, por eso les
contamos un poco más sobre la apasionante leyenda que los identifica. Ganesha,
el dios con cabeza de elefante del panteón hindú, quien era hijo del dios Siva
y la diosa Parvati. Se distinguía por ser muy obediente a las órdenes que le
daban sus superiores y profesaba un gran amor a su madre. A Parvati le gustaba
quedarse sola en su palacio y para que nadie la molestara ponía a Ganesha de
centinela en la puerta con la orden de no dejar pasar a nadie y así evitar ser
molestada. En cierta ocasión mientras su madre se bañaba él cuidaba su
intimidad tratando de que nadie irrumpiese en la casa. Cuando su padre Siva
quiso entrar en el palacio, Ganesha le negó la entrada pues no tenía la
autorización de su madre. Siva se enfureció y con su espada le cortó la cabeza
que saltó y rodó por una pendiente hasta desaparecer. Su madre, al oír los
ruidos del altercado salió del palacio y encontró a su hijo muerto, decapitado
y ensangrentado por ser fiel y obediente a sus órdenes. Siva a pesar de su
violencia, poseía un corazón bueno y, arrepentido por su acción, mandó a un
servidor que le trajese la primera cabeza que encontrase. El criado encontró
fue un elefante, le cortó la cabeza y se la llevó al dios, quien la puso de
nuevo sobre los hombros de su hijo para resucitarlo. Desde entonces Ganesha
dejó de ser un hermoso joven de rostro humano para convertirse en un hombre con
cabeza de elefante.
Por
esta leyenda, las figurillas de elefante en su forma animal están tan
estrechamente relacionadas con la protección del hogar y de la familia. Además,
en la India se cree que el elefante es un animal que posee una gran
inteligencia, por este motivo a Ganesha en su calidad de dios de la sabiduría,
se lo invoca al iniciar una empresa de importancia o una nueva etapa. Se pide
la inteligencia, el talento y la sabiduría para emprender estas acciones con
los mínimos obstáculos, ya que con su trompa aplasta todo tipo de dificultades.
Para
que el amuleto dé buena suerte, la figura del elefante tiene que adoptar una
postura determinada: de pie, en posición de marcha y con la trompa levantada y
doblada hacia atrás. La trompa levantada impide que la buena suerte se escape y
se vaya hacia abajo desapareciendo, además, el que lleve al elefante será
bendecido con riqueza, trabajo y buena memoria.
Pero Ganesha no es el único dios que los
hindúes rinden culto. Siva, el
propiciador, una de las tres grandes deidades del Hinduismo medieval y moderno
(son las otras Visnú y Brahma). Los adoradores de Siva como dios supremo son
conocidos como sivaítas, y los diferentes cultos que se le ofrendan con
manifestaciones colectivas constituyen el Shaivite. Siva es conocido con muchos
otros nombres, como Rudra (rugidor), Mahadeva (gran dios), Nataraja (señor de
la danza), Baraiva (el terrible), Sundaresvara (el señor hermoso), lo cual
refleja la variedad de sus manifestaciones contemporáneas. Como ocurre con
Visnú, Siva está sujeto a una elaborada mitología.
Con
frecuencia es apodado el destructor, para complementar a Visnú como protector,
al igual que con ese otro gran dios, los devotos de Siva consideran que éste
ejerce un poder total sobre el cosmos, asumiendo en sí la función de todas las
demás deidades. A pesar de todo, desde su más antigua apariencia definida en la
historia de las religiones indias (como Rudra, el intruso védico), Siva ha
mostrado una serie de rasgos divinos distintivos y en apariencia paradójicos.
Se le asocia en particular con el ascetismo que renuncia al mundo, rechazando y
trascendiendo a la sociedad ortodoxa en favor de lugares salvajes y peligrosos
como terrenos de cremación y montañas. A través de su austeridad, Siva genera
un gran poder el cual despliega de un modo impredecible para conseguir una
amplia variedad de fines, desde lo destructivo con violencia a lo
infatigablemente erótico.
Aunque se representa mediante imágenes
antropomórficas (tan famosas como Nataraja, el señor que conduce el universo
hacia la destrucción), Siva es con más frecuencia adorado adoptando el aspecto
de linga, un pilar fálico que se apoya sobre una base que simboliza el órgano
femenino generador (yoni). Aunque en su origen se asocia con el erotismo y la
fertilidad, el linga ha llegado a representar la trascendente potencia de Siva
con un carácter mucho más amplio y generalizado.
Una
indicación de la naturaleza paradójica de Siva es que se trata de un asceta al
frente de una familia. Como Parvati, su consorte es benigno; como su sakti o
poder inmanente, es a menudo identificado con la Gran Diosa en sus formas
terribles y enérgicas. Siva y Parvati tienen dos hijos, el de seis cabezas,
Skanda (Karttikeya), y el de cabeza de elefante, Ganesha, ambos objeto de
importantes cultos autónomos. Se asocian a Siva varios animales, en particular
Nandi, el toro que le sirve como montura o vehículo, y la cobra.
Representaciones que adoptan la apariencia antropomórfica de este dios le
muestran sentado en actitud de meditación sobre una piel de tigre, con mechones
enmarañados y una guirnalda de serpientes o de calaveras. Cruzando su tercer
ojo en la frente aparecen tres rayas de ceniza, una marca utilizada también por
su secta de seguidores ascéticos; del pelo fluye el río Ganges; a su lado se
hallan su tridente y su timbal.
Krishna,
en la mitología del hinduismo un avatar, o encarnación, del dios Visnú, pero
para muchos devotos se trata del Dios supremo y salvador universal, no limitado
por el tiempo o el espacio. Históricamente se fueron asimilando una serie de
diferentes cultos 'Krishna', y de ahí surgió un dios con numerosos aspectos.
Entre estos están Krishna "el ladrón de mantequilla", un niño
travieso pero encantador (asociado a la ciudad de Vrindaban, al sur de Delhi),
y Krishna el de la piel azul, dios pastoral que toca la flauta (el significado
literal del nombre krishna es 'oscuro' o 'negro'). Sus dos aspectos más
importantes para la historia del budismo son, sin embargo, la de un
protagonista del épico Mahabharata, y la de un dios vaquero, el amado de las
ordeñadoras.
El
guerrero de ambigüedad moral, el Krishna del poema épico Mahabharata, puede ser
una combinación de dos héroes tribales. Pero desempeña, como auriga de Arjuna,
el papel principal del célebre episodio del Mahabharata, la "Canción del
señor" o Bhagavad-Gita (siendo Krishna el 'señor' en cuestión). Aquí
expone varias vías para la liberación, pero lo más significativo es que se
revela a sí mismo como Dios omnipotente. Dios (Krishna) es, por lo tanto, el
único actor real en el universo y el único objeto posible de devoción. Él, a su
vez, responde al amor de sus devotos. El Bhagavad-Gita es quizá el texto hindú
más popular, aunque sea crucial para los Vaishnavas, que identifican el Krishna
del Gita con Visnú, su gran dios. En tanto que la devoción (bhakti) recomendada
por el Gita es moderada, la asociada con Krishna el vaquero resulta muy intensa
en el plano emocional y erótico. Esta relación amorosa entre Dios y sus devotos
(típicamente descrita como "amor en separación") aparece representada
en los relatos populares de los encuentros de Krishna con las ordeñadoras
casadas (gopis) y en especial con Radha. Estas historias dieron lugar a una
importante literatura, en la que destaca Bhagavata Purana, en el siglo IX, y
Gitagovinda, "Canción del vaquero", en el siglo XII, de Jayadeba. Se
convirtieron además en un tema favorito de representación artística y teatral,
a medida que se introducía en India el culto de Krishna. Dos importantes
figuras en el desarrollo teológico y sectario posterior de la devoción de Krishna,
activas ambas en el siglo XVI, son el bengalí Caitanya y el indio
Vallabhacaraya. El movimiento contemporáneo "Hare Krishna"
(International Society For Krishna Consciousness), traído a Occidente en 1965
por A. C. Bhaktivedanta Swami, procede de la forma de devoción a Krishna
establecida por Caitanya.
Brahma,
en el Rig-Veda, designa el poder del mantra o de la palabra creativa. Como la
personificación del Supremo Brahmam, Brahma es el primer ser creado y el
creador del universo. Con Visnú y Siva constituye la Trinidad hindú. Como
tríada establecida, esta unión tiene un origen tardío en el desarrollo del
pensamiento hindú. Aunque el atributo de la actividad creativa se adscribe a
varios dioses en el antiguo periodo védico, en la etapa de los brahamana (comentarios
a los Veda relacionados con el dogma y el ritual, pero que contienen también
leyendas y especulaciones abstractas), el dios padre, Prajapati o Brahma,
aparece como el creador individual. En el Manu Smriti o Ley de Manu, Brahma es
descrito como autoexistente que hace surgir al mundo de un huevo —la doctrina
del huevo cósmico— haciendo que su existencia pueda durar un eón o eternidad.
Las representaciones tradicionales hindúes del Brahma lo muestran, con
frecuencia, nacido de un loto que surge del ombligo de Visnú. En su origen, se
le asignaban cinco cabezas, pero una fue destruida por Siva. Es rojo y va
montado sobre un cisne. Las diosas Sarasvati y Savitri, o la elocuencia
personificada, son sus esposas. Actualmente su culto está muy poco extendido.
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