Historia de la Cartera




El bolso y su historia


Se desconoce con exactitud desde cuando existen los bolsos ya que no se han conservado referencias históricas que reflejen con veracidad la fecha de su creación. Sin embargo, se puede afirmar que ya en la prehistoria se usaban instrumentos similares. Todo ello se deduce de algunas pinturas rupestres halladas en las que se aprecia dibujos de figuras femeninas portando objetos parecidos a bolsas. Según se cree, es posible que el hombre nómada hubiese desarrollado el bolso para poder transportar el alimento que cazaba o recolectaba durante sus desplazamientos; usando para ello la piel de los animales que consumía.
“Desde entonces, el bolso se convirtió en un elemento importante para la vida cotidiana por su gran utilidad. Así, en la Biblia lo podemos encontrar citado en el Libro de Isaías capítulo 3:18 (aproximadamente del año 750 a. C.) que dice:
En aquel día el Señor quitará los adornos de los tobillos, las diademas, las lunetas, los aretes, los brazaletes, los velos, los adornos de la cabeza, los adornos de los pies, las cintas, los frascos de perfume, los amuletos, los anillos, las joyas de la nariz, las ropas festivas, los mantos, los pañuelos, los bolsos, los espejos, la ropa íntima, los turbantes y las mantillas”


Las alforjas están íntimamente relacionadas con los bolsos ya que aquéllas son las antecesoras de éstas. Las alforjas se diferencian en que eran unos sacos de tela cortos y anchos y con forma cuadrada que eran usados para transportar cerámica, alimentos y objetos pesados. Algunos jeroglíficos egipcios muestran una especie de bolsitas que se llevaban alrededor de la cintura, estaban unidas a lo que se conoce como "cintos", que se ataban alrededor de ésta, las adornaban con joyas y bordados y se utilizaban para mostrar el status social. El bolso se convirtió en un elemento importante para la vida cotidiana por su gran utilidad. Cuando Roma dominaba el mundo conocido, los ciudadanos del Imperio ya portaban la “bursa”, hasta las cruzadas fue el bolso más usado tanto por hombres como por mujeres, era una bolsa-monedero de cuero que se cerraba con un cordón.

En el siglo XVI, las mujeres ocultaban sus objetos en las mangas o en bolsillos cosidos y ocultos entre los pliegues de las faldas. Con la llegada del estilo neoclásico en el S. XVIII, desaparece la cantidad de enaguas bajo las faldas de las mujeres y aparecieron los bolsillos, que no se cosían al vestido, sino que se ataban a la cadera. 
En 1790 en París nace la moda el estilo Imperio, dónde el comienzo de la falda no estaba en la cintura sino debajo del pecho, dicha moda ya no permitía los bolsillos atados a la cadera y había que llevarlos en la mano. En realidad lo que se hizo fue ponerle correa al bolsillo, por lo que se comenzaron a utilizar pequeños bolsos de mano llamados "reticulas" del latín reticulum. La sociedad francesa criticaba que una prenda interior se convirtiera en exterior y los rebautizó como “ridículos”. Las críticas tuvieron una escasa influencia y en 1805 no había mujer que no saliera de casa sin su bolso. Las damas tenían un bolso para cada ocasión y en las tertulias se debatía sobre cómo llevar el bolso de manera adecuada. En las retículas se llevaba colorete, polvos faciales, un abanico, perfume y una cajita con sales. El término "bolso" comenzó a utilizarse a principios de 1900 y se refería a los bolsos de mano tipo maletín utilizados por los hombres. Estos se convirtieron en una inspiración para nuevos bolsos que popularizó el género femenino, creando formas más complejas, bolsos con complicados mecanismos de cierre, compartimentos interiores y asas. Los años veinte trajeron una revolución en cuanto a la vestimenta en general, con las formas de los escotes y el largo de las faldas y los bolsos no necesariamente tenían que conjuntar con lo puesto. Curiosamente, las señoras de alcurnia tenían muñecas con vestidos exactamente iguales a los suyos y réplicas de cada complemento, incluyendo bolsos, sombreros y zapatos. En los años cuarenta con la llegada de la guerra y la necesidad de economizar se impuso una nueva austeridad en el vestir. Los metales, espejos, cremalleras y cuero eran difíciles de encontrar, por lo que los fabricantes comenzaron a utilizar madera, cartón piedra y plástico. Tras la II Guerra Mundial, cuando la mujer se incorporó decididamente al mundo laboral, se puso de moda el bolso de bandolera, que dejaba las manos libres. En los años cincuenta comienzan a surgir las primeras casas de diseñadores importantes, incluyendo Channel, Vuitton (que ya en el siglo XIX hacía baúles de viaje para Napoleón III) y Hermés (que fabricaba sillas de montar para los aristócratas) y ya en los sesenta se deja atrás el estilo clásico y serio para dar al bolso una imagen más juvenil y desenfadada. Se comienzan a fabricar en diferentes colores, formas, materiales, texturas y tamaños convirtiéndose en una pieza imprescindible para transportar esas pequeñas pertenencias tan necesarias y en un complemento de moda que resalta la personalidad de la mujer de acuerdo con su estilo. Entre 1990 y 2000 irrumpe una nueva moda mediante la cual el bolso se conjunta indistintamente con zapatos, ropa y accesorios.

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